Existe un punto en nuestro desarrollo educativo y madurez pedagógica en la que el sistema –y nosotras mismas- debemos elegir el camino por el que seguir transitando y apostando, con el coste de oportunidad hacia otras opciones que ello conlleva. Este momento es, en realidad, un proceso de decantación progresivo que suele cristalizar en la transición vital alrededor de la mayoría de edad. En dicho intervalo muchas de nosotras nos planteamos cual será la apuesta a nivel educativo, laboral y profesional, y por tanto que itinerario queremos elegir.
Dicha elección posee en la educación reglada distintos itinerarios claramente definidos, algo que, quizás en el futuro no sea así. De esta forma la adolescencia estudiante debe seleccionar si prefiere buscar opciones laborales –y en qué- o decide seguir estudiando las diferentes opciones que se abres –Formación profesional, grados, otras enseñanzas…-
Es posible que muchas personas tengan claro que quieren ser/hacer -trabajar- en el futuro y, por tanto, tengan clara la elección de dicho itinerario, la carrera que quieran estudiar e incluso el tipo de trabajo que quieran desempeñar en el futuro. Esta claridad puede estar aparejada a una tradición familiar, a una oportunidad en la misma, a una vocación innata…
Pero otras muchas personas poseen dudas razonables acerca de qué hacer, en qué involucrarse, qué estudiar, si esa carrera o aquella formación o itinerario servirá o les gustará…Este cuestionamiento vital produce un cierto desasosiego puesto que, aunque siempre se puede cambiar de estudios, carrera o formación, éstas implican mucho esfuerzo y grandes períodos de tiempo, 3-4 años en el mejor de los casos, por lo que es una decisión bastante trascendental para muchos jóvenes.
Estas incertidumbres vitales acerca de qué estudiar –o no hacerlo- suelen ser compartidas en los entornos inmediatos y más próximos. Chicas y chicos preguntan y comentan con sus familias sus ideas a la hora de escoger sus estudios o su opción laboral, la valoración más o menos rigurosa de cada una de las opciones, la estimación de pros y contras, etc.
Frente a este dilema trascendental la recomendación que el entorno –familiar- suele aportar posee se enmarca en una de estas dos opciones – aunque ninguna de las dos opciones se da de forma pura sino en una aleación variable-:
1) ¡Haz lo que te guste!
2) ¡Haz esto -o aquello-, que hay más oportunidades, salidas, demanda, trabajo…!
De esta forma las opciones se reducen a dos posibilidades –abarcantes-: una propone que nos guiemos por nuestros gustos, sentimientos, intuiciones o impulsos. Que elijamos un camino o estudio que nos motive, nos estimule y nos inspire, sin tener –mucho- en cuenta la posible utilidad, operatividad o inserción de dicha práctica en el mercado laboral, la demanda empresarial, la corriente social, el sector creciente u otro tipo de consideraciones (prestigio, reputación, tradición…). La otra establece un cálculo en base a las expectativas o proyecciones que gente que nos quiere y que tiene más experiencia considera. Se plantea un cierto “sacrificio” al subordinar los impulsos o gustos en pos de un futuro mejor, más oportunidades de empleo, empleos mejor remunerados, mayor demanda de los mismos, etc.
Esta segunda opción incluso puede ofrecer garantías tangibles en forma de negocios, empresas, locales, activos o patrimonio existente que podamos heredar, continuar, mantener o ampliar, por lo que podemos obtener una ventaja considerable sobre el punto de partida común –herencia-.
Así que encontramos como muchas de nosotras hemos seleccionado caminos en base a nuestros gustos y deseos, y otras muchas en base a expectativas u oportunidades existentes. Aquella amiga que hizo farmacia porque, aunque prefería estudiar medicina, sus padres tenían una farmacia y así tenía el trabajo asegurado. Aquel amigo que se puso a trabajar en la empresa de su padre y no estudió porque prefirió ganar dinero. El compañero que aprovechó su habilidad con los videojuegos para involucrarse en el negocio de la producción digital. El primo que se metió a informático y programador porque es la “carrera del futuro” y hay “paro cero”. La vecina loca que se puso a estudiar Filología árabe porque “era lo que le gustaba”…¿Quién de nosotras no conoce alguna de estas historias o similares?
Lo que es cierto es que la vida real es, muchas veces, muy distinta a lo que esperábamos y a nuestras predicciones. También muy distinta a las predicciones de gente con experiencia y conocimiento. Afortunadamente. Aquella chica que le apasionaban los idiomas y estudió la filología más remota existente hoy desarrolla su actividad como traductora en el Parlamento Europeo, posee un muy buen sueldo y buenas condiciones laborales, viaja, conoce gente de muchos países e incluso está escribiendo un libro. Aquella opción que se situaba en los rankings estadísticos como la menor en tasa de empleo u oportunidades laborales ha demostrado ser un acierto para su desarrollo vital/profesional.
Por el contra aquel otro colega que estudio derecho para ser notario como su padre y poder, además, trabajar en la propia notaria familiar se dio cuenta a los pocos años de que ese trabajo-vida no era la que a él le gustaba. Que había estudiado y se había formado en base a unas expectativas inducidas por su entorno, o simplemente no se había planteado profundamente sus inquietudes o expectativas y habiéndose dejado arrastrar por la inercia y el miedo al cuestionamiento personal había estado en un entorno que le generaba frustración, aburrimiento y falta de estímulo, aún con un buen sueldo por hacer lo que se esperaba de él que hiciese.
Son sólo dos ejemplos de cómo cada una de las elecciones pueden no funcionar. Efectivamente es bastante probable que las personas que sepan programar puedan poseer buenas oportunidades laborales en el futuro. También es muy plausible que si las familias cuentan con una empresa, despacho o negocio tengamos más facilidad continuando en el entorno cercano que buscando de cero nuevos caminos.
Pero también es muy posible que si hacemos lo que nos gusta, nos apasiona y nos inspira podamos encontrar caminos para el desarrollo de nuestras ideas o inquietudes, podamos proponer e innovar para, finalmente, abrirnos caminos. Puede ser más o menos fácil y será, con seguridad, largo y trabajoso. Y si además podemos articular nuestros gustos e intereses con las valoraciones de entornos afectivos con experiencia, expectativas de mercado, tendencias y nichos de mercado es muy probable que podamos dar con una clave para que ambas posturas puedan trabajar conjuntamente
Desde nuestra práctica diaria encontramos como los ejemplos anteriormente descritos se reproducen a la hora de proponer un proyecto, de construir un emprendimiento colectivo, una propuesta de autoempleo o una idea. Y para ello nos situamos entre dos esferas: la cultural y la de la economía social.
En nuestra esfera cultural existen múltiples agentes y programas que apelan y convocan a personas a que propongan y compartan ideas y proyectos para construirlos de forma colectiva, abierta y colaborativa. Estos laboratorios ciudadanos –de cultura digital y libre, distritales, sectoriales, urbanos, iberoamericanos, híbridos, universitarios, de mediación, participativos…- plantean entornos y espacios de trabajo participativos con recursos que convocan ideas y personas –promotorxs, colaboradorxs, mediadorxs, facilitadorxs- para construir de forma abierta y colaborativa proyectos colectivos experimentales. Apelan a la inventiva, la innovación, las sinergias y las intuiciones de sus participantes para desarrollar prototipos de distinta índole –digitales, analógicos, urbanos…- que resuelvan problemáticas existentes y/o mejoren aspectos de nuestras vidas, contribuyan a desarrollar valores compartidos –transparencia, ética, justicia social, participación, corresponsabilidad, sostenibilidad, medioambiente, salud, igualdad, derechos, visibilización de conflictos, etc.-
Los laboratorios ciudadanos se dimensionan en función de los recursos se incidencia que se pretenda. Pueden tener carácter global convocando proyectos y personas de todo el planeta o una región –Europa, Iberoamérica- o centrarse en una ciudad, un distrito, un barrio o una plaza o calle específica. Pueden convocar pocas personas y proyectos o un gran número de ellos. Pueden durar pocas semanas o varios meses. Pueden centrarse en aspectos territoriales, en aspectos sociales o en aspectos sectoriales. Puede combinar acciones presenciales y digitales. Pueden estar promovidos desde las administraciones públicas, empresas, gobiernos, fundaciones o universidades. Sea como fuere en todos ellos se formarán entornos de trabajo experimental para desarrollar proyectos innovadores gracias a la colaboración abierta colectiva.
Por otro lado en la esfera de economía social la aproximación a los proyectos se efectúa desde la introducción del criterio de expectativa económica, nicho de mercado o propuesta de valor desde el comienzo. Las técnicas habituales de emprendimiento económico buscan la identificación de clientes potenciales a través de la segmentación del público, las propuestas de valor en forma de productos o servicios, los canales de producción, distribución y venta, la relación con los clientes, la estructura de costes e ingresos, los impactos y beneficios sociales y medioambientales, los recursos y acciones clave…
Los instrumentos de la economía social para empoderar y generar proyectos cooperativos se centran en cursos y máster, asesoramientos, redes de apoyo, grupos cooperativos y administraciones públicas. En todos ellos se establecen metodologías propias para introducir los factores económicos desde el comienzo de una forma ética, colectiva, trasparente, democrática y local en el que el lucro pasa a estar asociado a los valores de los social –las personas- y el medioambiente –nuestro entorno-. De esta manera se busca que la generación de tejido productivo y empresas cooperativas operen de otra forma más respetuosa con los valores sociales y ambientales planteando alternativas reales y sostenibles a la depredación y explotación capitalista.
Las dos esferas, la cultural y la económica –social y solidaria-, comparten muchos valores y objetivos. Ambas buscan la mejora de nuestro entorno en base a las ideas y esfuerzos colectivos. Ambas creen en la inteligencia colectiva y la innovación social. Ambas poseen profundas convicciones éticas y de justicia social y ambiental. Ambas creen en alternativas a los desórdenes presenten y apuestan por un mejor porvenir. Pero ambas poseen una gran dificultad y un gran reto por resolver.
La buena noticia es que ambas esferas pueden trabajar conjuntamente en resolver dichos retos de forma articulada y simbiótica.
La esfera cultural a través de los laboratorios ciudadanos es capaz de generar una gran cantidad de innovación, ilusión, ideas y propuestas creativas y experimentales en base a entonos muy abiertos, mediadorxs, expertxs e intercambio de conocimiento fluido. Un desarrollo rápido de proyectos y resultados sorprendentes. Pero una vez realizado el laboratorio ¿qué ocurre?. Ahí reside el problema del mismo. La finalidad del laboratorio consiste en detonar procesos, provocar propuestas, conectar ideas, acelerar cambios. Pero una vez que el laboratorio finaliza no existe un planteamiento que otorgue continuidad a todo el trabajo realizado por lo que los proyectos y sus comunidades quedan en suspenso.
En los mejores casos los laboratorios contarán con otros agentes en las presentaciones finales del mismo: administraciones, universidades e incluso empresas que podrán brindar a los proyectos continuidad, apoyo institucional, ayudas, subvenciones, convenios…Otros proyectos podrán intentar continuar su trabajo en nuevas convocatorias de laboratorios, becas, ayudas o residencias. La comunidad quedará vinculada por un telegram o grupo de correo donde intentarán mantener el proyecto con vida a través del trabajo voluntario de sus miembrxs, su tiempo y empeño. Si la fortuna no sonríe dichos proyectos irán muriendo progresivamente para dejar tras de sí las ilusiones en forma de registro audiovisual, su rastro en redes y blogs y una bonita experiencia para sus cocreadorxs.
Además, debido a que en dichos laboratorios de proyectos experimentales no se suele incorporar un criterio económico de sostenibilidad del proyecto –y mucho menos de sostenibilidad vital para sus promotores y equipo- el proyecto no estará enfocado para la venta de productos y servicios para el mercado y, como mucho, su principal cliente potencial será la propia administración pública y otro tipo de ayudas, subvenciones o patrocinios público-privados.
La esfera de la economía social y solidaria busca generar economía productiva a partir de colectivos y personas que puedan compartir unos valores conjuntos y quieran apostar por una economía productiva alternativa. Pero en muchas ocasiones sus programas y proyectos van destinados a personas desempleadas, con pocos recursos, expulsados del mercado de trabajo, con prejubilaciones o despidos que permiten la capitalización de un pequeño capital para inversión en autoempleo. Personas que, muchas veces, han trabajado toda su vida por cuenta ajena de pronto se ven interpeladas a conformar su propia cooperativa, a emprender por cuenta propia, a arriesgar, invertir y gestionar sus propias empresas. Y para ello se apela, en el mejor de los casos, a los conocimientos adquiridos durante la vida profesional, a la formación recibida o a la experiencia de un sector específico. Si esto no se da habrá que emprender sobre una intuición, una apuesta en forma de local, negocio o pequeña empresa de productos y servicios que logre conformar un producto de valor, una cartera de clientes y todo el conocimiento y pericia empresarial y gerencial para desarrollarlo –normativa, comunicación, marketing, cartera de productos, plan de empresa, viabilidad, financiación, administración, conocimientos financieros, laborales, fiscales…-.
Por tanto es muy dificultoso arrancar un proyecto de autoempleo, aunque éste sea colectivo, ya que se introduce el factor humano que es difícil de gestionar en muchas ocasiones –confianza, responsabilidad, lealtad, interés compartido, compromiso…- sobre todo cuando existe una inversión vital en el proyecto y en él te juegas tu futuro y el sostenimiento de tu propia vida. Las redes de economía social y solidaria –otras cooperativas, financiación ética, espacios compartidos, programas de apoyo e impulso…- intentan mitigar la sensación de vértigo en el camino pero esto es difícil cuando las personas prefieren buscar refugio en la economía convencional, en la formación, en los trabajos informales o en las redes de apoyo mutuo. Todo ello encaminado a evitar una excesiva exposición y riesgo en el arduo camino de la cultura emprendedora –de la que no somos un claro exponente histórico-.
La esfera cultural es capaz de detonar proyectos creativos e innovadores en base a la ilusión y colaboración sin una excesiva preocupación por su sostenibilidad económica. La esfera de la economía social y solidaria es capaz de ofrecer una cobertura y red sinérgica y de apoyo para las actividades productivas en base a relaciones comerciales recíprocas con componente ético para la sostenibilidad de la cooperativa.
La esfera cultura posee un reto: dotar de continuidad a los proyectos más allá de su desarrollo inicial.
La esfera económica posee un reto: establecer un arranque de proyectos proactivo, ilusionante, confiado y soñador.
¿Qué tal si articulamos ambas esferas?
La esfera cultural detona los procesos permitiendo a las personas que trabajen y apuesten por lo que les gusta en base a su ilusión y ganas. La esfera cultural dota de sostenibilidad, continuidad y cobertura dichos esfuerzos. Los proyectos comienzan en su estado cultural y en el reto final de dicha esfera –la continuidad- se articulan en su fase económica y productiva –la economía social y solidaria- de forma que ambas esferas resuelven sus contradicciones ye l proyecto transita desde la ilusión del comienzo al compromiso final.
Este camino varía en el tiempo y en cada una de sus fases. Será un camino arduo y duro. Mucha gente se irá quedando por el camino pero encontraremos otros aliados y compañeras. Pero comenzaremos nuestro proyecto en base a lo que nos gusta, y haremos de ello nuestra forma de trabajo y el sostenimiento de nuestra vida. Y serán las propias iniciativas ciudadanas las que deberán ser conscientes de los «sacrificios» que deberán hacer -formalización, profesionalización, organización, competencia, posicionamiento, estructuración, facturación, comercialización….- para proseguir con el itinerario planteado que transita entre ambas esferas para generar la sostenibilidad del proyecto y de la vida de sus miembros.
Al igual que en la elección de una carrera no empezaremos por lo que pensamos que nos va a dar de comer para darnos cuenta luego que no nos gusta. Tampoco haremos caso al primer impulso para darnos cuenta después de que ello no es viable para nuestro sostenimiento vital. Buscaremos un término intermedio en el que se articulen nuestros deseos con los cálculos y expectativas en nuestro acierto y fortuna.
Empecemos por lo que nos gusta e integremos progresivamente la sostenibilidad económica del proyecto y de nosotras mismas. No al revés.
El mensaje:
¡Haz lo que te guste…y búscate la vida!
Diagrama “Práctica del proyecto”
El diagrama se estructura en una serie de fases y saltos secuenciales que están organizados en base a la articulación de las esferas de la cultura y de la economía social y solidaria. Todo ello forma parte del mismo proceso de maduración progresiva del proyecto –y las personas asociadas-.
En dicho proceso se darán, por tanto, fases de proyecto que poseen un carácter no-monetario ya que se encuentran en la fase cultural. En este primer momento el proyecto será productivo o reproductivo pero en base a otros capitales no monetarizados –confianza, creatividad, tiempo, conocimientos, saberes, habilidades, salud…-. En el segundo momento se introduce el capital monetario en la fase económica pero nunca como el principal, sino que se seguirán evaluando los impactos sociales y medioambientales de nuestra actividad productiva.
Cada fase del diagrama posee una doble articulación: un desarrollo “horizontal”, que puede variar en el tiempo de forma muy considerable, y un “salto” vertical que se produce cuando de ha alcanzado dicho desarrollo. El salto permite comenzar un nuevo ciclo de desarrollo cualitativamente más avanzado –más maduro- del proyecto.
Las diferentes fases de maduración, compuestas por los binomios de desarrollo+salto van conformando la maduración del proyecto –que pasa de idea a propuesta a iniciativa ciudadana a iniciativa en economía social y solidaria o cooperativa-. Así mismo va aglutinando equipo y comunidad alrededor de la maduración del proyecto –promotores, equipo interno, equipo externo o colaboradores, perfiles necesarios, redes de apoyo, clientes, etc.-
De esta forma la primera fase del diagrama implica la identificación de una idea en base a una cadena de valor explícita o tácitamente. La cadena de valor puede ser social, territorial, sectorial o una combinación de todas ellas. La cadena de valor posee una formulación tradicional de tipo: suministro-diseño-producción-transformación-distribución-venta y consumo-recogida y recuperación –reutilización y reparación, reciclado y residuos. Las cadenas de valor existentes puede poseer “vacíos” en los que una idea puede encontrar su nicho de mercado o incidencia socioeconómica –necesidad-(Ejemplo: Reparto de mensajería no contaminante e inclusiva de última milla para el comercio electrónico). También se puede generar una cadena de valor ex novo a partir de una potencialidad detectada (Ejemplo: Intercambio libre de libros en base a los excedentes que acumulamos en nuestras casa, escuelas, etc.…-). (Fase 00)
Una vez identificada la idea por un promotor o promotores habrá que estructurar las tareas y los perfiles necesarios para comenzar a desarrollarla. Coordinar las acciones, fabricar prototipos, mediar con la comunidad, facilitar procesos, diseñar la imagen, ejecutar la comunicación, dinamizar procesos de participación, vincular personas, establecer alianzas, conseguir recursos, distribuir tareas…todo ello conlleva la estructuración de la idea para construir una propuesta más aterrizada y un equipo de trabajo que combina a los promotores con personas del equipo de trabajo, colaboradores externos y perfiles necesarios en el futuro. (Fases 01 y 02)
Una vez que la propuesta está estructurada y tenemos el equipo y la comunidad necesaria ejecutaremos el proyecto, al menos en fase de prototipo. Para ello utilizaremos numerosas estrategias y técnicas como el design thinking, el dafo, el open space, la fabricación digital o analógica, la programación, el toolkit, etc. (Fase 03)
Esta es la fase en la que se quedan la mayor parte de los proyectos que operan en la esfera cultural –proyectos experimentales-. Una vez ejecutado el proyecto –en fase de prototipo- su salida es la búsqueda de nuevos recursos, espacios, tiempos y personas que permitan seguir desarrollando el proyecto. Después de la fase 03 es donde se debe producir la articulación con la esfera económica. Los proyectos ya poseen un bagaje suficiente como para entrar en una nueva fase de maduración donde el criterio económico –para la sostenibilidad del propio proyecto y de la vida de las personas que lo conforman- comience a ser central y estructurante.
Para ello el proyecto debe trabajar en su modelo de negocio, profesionalización de sus actividades, viabilidad, financiación, costes e ingresos, forma jurídica, cartera de clientes…a través de los instrumentos que operan en la esfera económica –canvas, plan de empresa, modelo de negocio-. (Fase 05)
Finalmente una vez constituido el proyecto en su forma económica –cooperativa de servicios con socios trabajadores por ejemplo- una última fase será la de integrarse en una red más amplia de economía social y solidaria –cooperativa de segundo grado, mercado social, red nacional…-. Además el ciclo se cierra al volver a examinar la cadena de valor con los nuevos actores generados y analizar y proponer sinergias y conexiones en la propia cadena de valor y otras cadenas que intersecten la propia.